lunes, 26 de abril de 2010

Vivir o morir (la música)





Es llegar a la sala de conciertos. Mirar a la gente, tomar un panfleto en donde te narrarán con detalle qué es lo que puedes esperar del concierto de ese día. La gente viste bien, ya no como antes que íbamos de etiqueta si se trataba de Bellas Artes. Pero puedes ver que todos han cuidado su atuendo. Aún aquellos que estudian en el Conservatorio o la Nacional de Música. Visten desarreglados para el mundo. Arreglados para ellos. No importa, ninguno venimos a ser vistos aunque nos encante la idea de encontrarse a los amigos, a conocidos y hasta socios y competidores. Pero la música en este día va a unirnos a todos. Llego temprano sin más compañía que mis añoranzas de amor. Me sitúo en una comodísima butaca y ansioso leo el programa de ese día. Mahler; ¡Qué maravilla! Reflexiono y entonces advierto que es por eso que tantos y tantos nos hemos reunido. Somos muchos los que le amamos. Y será uno de sus conciertos con voces. Es algo exuberante. Las luces son tenues y todos miramos con curiosidad cómo se va llenando el recinto. Miro los techos, las paredes, la balconería y no dejo de asombrarme, a pesar de los años, de la belleza del lugar. Luego vuelvo a mirar el magnífico telón que exhibe los volcanes. Telón que es orgullo de quienes amamos las bellas artes y nos emocionamos al advertir su magnificencia y su manera de saludar.

Se levanta el paisaje y veo las sillas en semicírculo y el podio del director. Comienzan a llegar los músicos. Visten de gala y como es de noche el atuendo negro es el que mejor predice la solemnidad de la ocasión. Se colocan poco a poco, hay ruido entre los músicos. También lo hay en la sala. Bisbiseos, cofes de tos, saludos, pero el momento es de mucho respeto. Nadie grita, nadie se empuja, nadie ríe a carcajadas. Todo es discreto, callado como en un homenaje a tan culto lugar. Y yo no soy menos, sólo comento lo necesario con mi añoranza y vuelvo las páginas para conocer un poco más a todos los que en esa noche harán de nuevo la magia de la pasión. En medio de mi lectura advierto ya el “La” que ha dado el primer violín. Todos se alinean, ajustan los instrumentos, afinan, las partituras vuelven a ser revisadas y en una sola voz van buscando las escalas que pregonan la perfección. La tercera llamada ha avisado al respetable que deben situarse ya en su lugar. Prisas, pisotones, con permisos y agradecimientos se escuchan en la sala. Las luces se ocultan y una sola apunta a la izquierda del escenario donde el blondo director sale acompañado de una ovación. Saluda a sus primeros violines, sus integrantes y maestros de la sinfónica. Claro que saluda al público. Mira sus partituras perfectamente iluminadas. Prefiere las manos a la batuta y se prepara. El silencio total ahora llega y el mínimo cof o tropezón puede dejarse escuchar. Por fin va a comenzar.

Y ha habido otros momentos no tan sinfónicos. Recuerdo mucho esas tardes, noches que acompañado por un buen puro, un distinguido cognac, un fuego tenue en la chimenea y sentado en un buen sofá me he hecho acompañar por la música por el simple placer de sentirla en mi piel. Son o han sido situaciones hermosas, casi de sueño pues la música que en momentos se detiene en una larga y profunda nota evoca recuerdos y emociones pasadas. Convoca suspiros, lágrimas y sufrimientos. Conmemora éxitos, triunfos y soluciones. Música que cuando llena la estancia con todos sus instrumentos y suena y truena me hace recordar que vivimos en un mundo que gira y corre y gime y aplasta y señala y comprende pero que finalmente es nuestro hogar. Y luego caen las voces instrumentales y surgen las cuerdas del cello en su cántico de amor. Y pienso en lo maravilloso que es ese talento de los grandes compositores que nos permiten vivir tan sensiblemente su arte. Pienso en Motzart, en Wagner, Bethoven, Tchaikowsky. Y añoro mis versos y más añoro a quienes se los he gritado al oído y que nunca retribuyeron a mi nostálgico y apasionado cantar.

También hoy me acuerdo de ese fin de semana en Morelos donde mi primer contacto con la soledad tuvo lugar. Era una grabadora de esas magníficas de carrete abierto con un magnífico sonido y bella, bellísima música que escuchar. En aquél entonces Bethoven y Haendel hicieron mis días. Yo escribí y escribí al amor. Lamenté mi soledad. Callé todos mis sentimientos más íntimos. Hablé del amor que no podía ser, de la naturaleza equivocada, del drama de mi vivir. Lloré y lloré hasta quedar dormido. Volví el día siguiente a sollozar y fue hasta el tercer día en que comprendí que también mi mundo era maravilloso y que tenía una gran oportunidad. Entonces dejé el bolígrafo. Limpié mis lágrimas, callé y mejor comencé a sonreír. Era música, pero la nueva música la que se injertaría en mi alma y desde ahí la hice mi amante, mi amiga, mi confidente y el refugio en la soledad.

El maestro levanta las manos y aunque sus manos son suaves las primeras notas conquistan mis oídos. La emoción es mayúscula, siento un estremecimiento en todo lo largo de mi cuerpo. Es la sensación de placer y amistad que reencuentro una vez más. Todo es bello, la música, los sueños, mis sensaciones. Los músicos. Mis vecinos y todo fluye en perfección musical. Entiendo el mensaje. Comprendo el lamento y la aventura. Me envuelvo en ese lenguaje tan universal. Reconozco poco a poco los instrumentos. Una vez más quiero volver a distinguir y me imagino su origen. Imagino su construcción. Los músicos atacan, se inclinan, cambian páginas, se relajan y preparan para volver a intervenir. Las percusiones llegan perfectas. Siempre me asombro de los sonidos que pueden mostrar. Luego las voces, mujeres, hombres. Sopranos, contraltos. Barítonos y tenores. Bajos, mezzos, voces, cuerdas, cornos, metales. Vaivenes, sonatas, gritos, vítores. Todo en una armonía que narra más que canta otra historia que pudo la mía alimentar.

Ya es tarde. Pienso siempre en toda la música y en todos los que la escuchamos. Hasta la fecha nunca he conocido a nadie a quien no le guste la música. Claro está que todos diferimos en nuestros gustos. Nos apasionamos por distintas interpretaciones pero al final todos nos llenamos de la voz musical. Y entiendo al heavy metal. Al electro, el jazz. Reconozco el afán de los boleros, la ingratitud del amor que dañó. Entiendo el baile en la compañía de la música. La tarea del estudiante en su constante compañía musical. También la he reconocido en el metro. Y no precisamente en la que nos quieren vender y que no merecería ofrecerse en condiciones como las de ese lugar. No, oigo la música y me emociona en el que vende. En el pregonero, el que ofrece "que se va a llevar, está a la venta, en esta ocasión, damita, caballero y demás". Oculto las voces del que habla, dejo sólo la parte musical y entonces me asombro del canto que conlleva la oferta. ¡Es música! me digo; ¿Ellos lo sabrán?

Entonces llego a mi sala a escribir. Veo los árboles. Ya no llueve más. Los niños se asoman a mi ventana. Yo les veo jugar al balón. Todo es calmo. El mismo ambiente está cargado de música y agradezco a mi Dios.

jueves, 22 de abril de 2010

Vivir o Morir


Todo el día fue extraño. Lleno de recuerdos, mucha nostalgia. Sueños que se escapan cuando están más próximos. Todo bajo el llanto del cielo. Todo en silencio. Todo con ganas de que sea verdad. Pero vino a mi puerta. Vino y me acompañó durante la tarde. Quise amarlo, besarlo, por lo menos acariciarlo. Pero siempre el silencio en su afán. Vi cómo los brazos de amor pueden romperse, sentí un poco su aliento y me emocionó saber que puedo compartir aún momentos muy bellos de mi existencia.


Y afuera todo era parecido. Eso si, nublado como no me gusta. Pero con sorpresas en los rostros. Con sonrisas en los saludos de quienes se atraviesan conmigo. Hoy Don Manuelito me estrechó la mano. Es como fría, áspera; ¿Como de cadáver? No lo se, nunca he tocado uno. Pero él es tan viejecito, tan frágil, tan buen amigo. Me dice jefe, yo también se lo digo para estar a su mismo nivel. Me dice que yo no necesito nada y que soy un hombre muy feliz. Yo le digo que no lo asegure. Que tengo mis tristezas, mis tragedias y que muchas veces quisiera también morir.


A la pequeña Heidy le tocó baño. Es muy linda, no protesta, me obedece aunque a veces el baño y más el cepillado no son tan suaves. Y pienso en Claude Bernard y sus miles de experimentos con perros que morían uno a uno todos los días. Habrán sido cientos sólo para entender cómo funcionaba el páncreas. Otros muchos para otros de sus notables descubrimientos en la ciencia. Y pienso más allá de él, pienso en todos los grandes maestros de la medicina y trato de entender la justificación de tal matanza por el progreso y el bienestar del hombre. Pero; ¿Será que nosotros somos los dueños del destino de toda criatura viviente? Y al cepillar a Heidy pienso en los pequeños jalones de su dorado pelo y se queja, lo hago con mayor cuidado pues ni pensar quiero en hacerle sufrir lo que Bernard con sus nobles perros.


Qué lindos pueden ser los ojos de un hombre cuando te miran con cariño. ¡Cuán lindos cuando te observan lujuriosos! Y hoy sentí así una mirada larga. Se lo agradezco, de edad aproximada de 22. Guapo, si, varonil. Y yo que a veces siento que se está acabando mi encanto...


¡Qué emoción es poder oler una rosa roja, rojísima frente a la ventana de mis lindos vecinos! Pero su perfume no llegó a mis sentidos. ¿Es porque no lo merecía? ¿La flor no quiso compartir mis anhelos y me lo negó? Aún así admiro su color. Admiro su turgencia y belleza y agradezco que les permitan crecer y mirar hacia el cielo donde tal vez estén admirando lo que realmente para ellas es bello.


Y si, fue un día de perros. Pero no lo digo porque me haya ido mal; ¡No! Primero platiqué largo con un vecino dueño de un hermoso boxer "Simon" y claro que hablamos mucho de sus perros y el anhelo que tuvo de chiquillo por tener uno. Luego lo que relaté de Heidy y Claude Bernard. Ya por último "Max" un bellísimo ejemplar, quién sabe cuántas veces campeón de su raza y le acariciamos juntos. Platicamos con su amiga dueña y Heidy tuvo que ocultar insistentemente sus partes a los acosos de semejante ejemplar.


Hoy soñé de nuevo con el amor. Soñé que me dejaba lejos. Me dejaba desprotegido. Me abandonaba en una total fragilidad. Soñé que me era invadido por entes ajenos a mi real sentir. Pero ahí estaba, queriéndome, buscándome, reclamándome y yo sin poder llegar a él.


Hoy también soñé con la muerte de otros y sus ojos buscaban mi entrega a su decisión. No, no creo que se merezca mi destino un final así. Llegaré como siempre he dicho a los 93 años y moriré atropellado por un auto. Espero que por lo meno sea uno fino.

miércoles, 21 de abril de 2010

Vivir o Morir (México ya tendrá agencia espacial)

Hoy ha sido un día de escuchar absurdos: México contará con su propia Agencia Espacial con lo cual se estará ingresando al concierto de las naciones que exploran el universo con sus naves y laboratorios; por otro lado, el Secretario de Educación dice que la pésima calificación que se obtiene en la prueba Enlace será de ayuda para salir y que ahora nos ubica en el lugar 115 de 135 países y que premiando a los mejores maestros se logrará un mejor nivel educativo en el país.

Absurdo es que México quiera ser ahora también un país con experiencia y tecnología que nos permita llegar a la luna, explorar los agujeros negros y tal vez encontrar algo de agua en Marte o ¿Hasta vida en otras galaxias? ¡Viva México cabrones! Así gritamos en el fut bol, así lo hacemos en las pedas de la independencia, así lo hacemos en todos los festejos donde las frituras, el pulque, las chelas y los cohetes nos acompañan. Eso si, dice el diputado del Trabajo, el presupuesto que se les ha otorgado a nuestros sabios de la aeronáutica “no alcanza ni para poner el letrero…” y me ataco de risa con el comentario pensando en un letrero al estilo más puro de Abel Quezada todo chueco en una fachada tipo miscelánea de colonia pobre, torcido y obviamente mosqueado donde más de un caricaturista encontrará un título parecido al de la NASA pero como ¿TRANZA? ¿MENSA? ¿NACA? En fin y nos darán explicaciones más o menos graciosas del significado de tales siglas. Ya ansío ver los comentarios de los periódicos que dicen las cosas tal y como yo quiero oírlas (eso es el periodismo y sus lectores). Yo sólo esperaría que pongan en Santiago Tianguistengo la planta pues ahí si son expertos en la fabricación de cohetotes, cuetes, palomas y demás tipo de chinampinas.

Y nuestro joven Lujambio pensando que todo son como competencias, muy a la gringa, ser los mejores, ganar, ganar aunque sea como sea. Ya sabemos, el que tranza avanza y esas cosas. A la maestra líder del sindicato, ni la menciona, no se vaya a enojar y lo pueda destituir de su chambita actual. No es como una competencia, como una carrera, como avanzar en el tráfico cotidiano. Metérseles a todos por la derecha y no hacer la cola ni en la calle, ni en el cine, ni en la feria. Metérseles y “apañar” ya veo a los pocos maestros dignos de los premios aún en efectivo que según él mismo dice ayudará a resarcir el empobrecido salario de los mentores. Y ahora sí, igual que todos los años anteriores en donde salen nuestros niños “reprobados” en lenguaje, en matemáticas. Niños que ya no han de serlo tanto, me refiero a los primeros evaluados pues ya estarán en las filas del desempleo y crimen organizado. Años en donde siempre hay declaraciones gloriosas en donde con sus planes y grandes ideas van a sacar a esos niños de la ignorancia. Y luego, luego pienso en lo que significa la educación en un país. ¿Está sólo en las escuelas? ¿No está en todas partes? ¿En la televisión? ¿En la radio? ¿La prensa? ¿No está la educación en la publicidad? ¿No lo está en los maestros mismos? ¿Padres? En fin, esto me lleva a muchas reflexiones. Pienso en los programas de televisión que son seguidos ansiosamente como las luchas, los personajes japoneses que ganan las batallas más absurdas. Luego cuando acompañan a sus “‘amás” en las “telescomedias” como decía la única María Victoria. Y los comentaristas de fut bol que inventan palabras, dicen que no se dice vaso de agua sino con agua. Y entonces todo lo que se dice por ahí es inapelable para la mayoría de las personas. Lo dijeron en la tele y nadie puede ponerlo en duda. La verdad es que la Secretaría debiera estar al pendiente de esas propuestas y corregir a sus conductores y hasta multar cuando estén mal informando a las personas.

Y luego la parte lastimosa. Un viejillo encajuelado en Coyoacán en la Colonia Villa Quietud. Y buen nombre escogieron los delincuentes para depositarlo, espero que si algún día me toca también se apiaden de mi y me depositen en un remanso de paz.


Y hoy me llamaron feo, lo siento en el alma. ¿Será que ya lo estoy? Veo las fotos y realmente antes era hermoso. Pero siempre me sentí poco agraciado, tal vez es porque veía a mis condiscípulos como Rincón Gallardo, Acuña, Lozoya y esos tan hermosos. ¿Cómo serán ahora?

Pero… ¡Prefiero seguir viviendo!

lunes, 19 de abril de 2010

Vivir o morir 19 de abril, 2010

Los días siempre son más maravillosos cuando una sonrisa te acompaña por las mañanas. Sonrisa que puedes estar dando a la gente que te encuentras al paso: a Don Manolito el farmacéutico, a Don Pedro el del pollo, o Don Juanito el carnicero. También puedes sonreír y saludar a otros como sucede en mi camino. Al bolero, al barrendero, la señora que vende los bordados, los vigilantes de donde vivo. A todos y siempre todos, aunque no se sus nombres me devuelven ese buenos días que me sabe tan sabroso. Y claro que sus sonrisas y amabilidad iluminan aún mis días más turbios y entonces me encomiendo a María y por ahí le encargo que si tiene un ratito, interceda por mis peticiones; ¡Que siempre son las mismas!

Así camino y camino hasta mi siguiente destino. Quien me sonreirá ahora es Rodrigo, mi nieto. Me espera escondido para que yo juegue a encontrarlo. Yo le llamo con silbidos, le bisbiseo para hacerle notar mi presencia. Camino poco a poco hasta su recámara y veo que asoma tras de su cama unos mechones rubios de su linda cabecita. Está muy serio, muy calmo y callado. No quiere que le descubra y yo hace ya varios minutos que vi dónde estaba. Sigo con el juego, le chiflo, le llamo, pregunto por él mientras él goza su ingenio y travesura. Por fin levanta la vista y me mira. Entonces su rostro queda cubierto por su encantadora sonrisa. Sale corriendo y me llama “Abuelo” con su lenguaje aún de trapito. Me pide que lo cargue, me abraza y me dice “amor”. Entonces me pide que le bese, lo hago y comienza el nuevo juego que es el quitarse el beso con la mano. Él me besa, yo me lo quito. Yo le beso, él lo quita y dice “fuchi” y así jugamos un rato más. Nos hacemos travesuras, nos volvemos cómplices para dejar a su mamá y a Alice la niñera para irnos nosotros a trabajar y que ellas vayan al parque ese día. Todo es juego, risas y amor. Mucho amor.

Entonces regreso a casa y comienzo a pensar en lo rico que debo prepararle de comer. Esta ocasión un delicioso filete de pescado en salsa de cítricos. En serio quedó rico. Para perfeccionarlo le añadiré almendras rebanadas la próxima ocasión. Y me encierro mentalmente en mi rutina de trabajo. Lo hago con gusto, lo hago entregando lo mejor de mi talento y empeño. Lo hago porque aún tengo que ser importante con mis cosas. Sentirme útil es uno de los mejores atributos que aún preservo a mi edad.

Todo es tan bello cuando el amor se manifiesta por doquier. Todo es tan simple, tan dulce, tan perfecto que dudo si en serio estaré viviendo el paraíso en el tiempo que me ha tocado vivir. Y no, no quiero ahora morir para encontrar que esto no era el destino. No quiero enterarme que mis faltas me pudieran condenar. No quiero pensar que aún tendría que convertirme en mosca como los amigos indios suelen relatar. No, por lo pronto está muy bello lo que tengo, lo que conozco y lo que aún debo vivir.

Paz para todos mis cuatro lectores y amor, mucho amor en su diario amanecer.

lunes, 12 de abril de 2010

Morir o vivir el 12 de abril del 2010

Me llena de envidia el viento pues con él llego a donde está la música más bella. Los paisajes, los decires, los bosques y las flores. También están los llantos, la amargura y en ocasiones hasta los cadáveres.

Hoy fueron 3 más en Morelos. Ya ni cuentan los muertitos pues resulta que ya no son noticia. Y las noticias como que se retuercen cuando no pueden determinar quién mató a la pequeña niña indefensa. ¡Cuánta saña, Dios mio! Y luego, luego, sospechamos no ya sólo de los familiares, sino de las autoridades. ¿Qué será que nos hacen siempre dudar de ellos? Pero eso si, nos dice el secretario de salud que estamos gordos y lo retratan haciendo ejercicio al clausurar nuestras democráticas playas y; ¡Oh sorpresa! tremenda panza de asiduo consumidor de tacos de buche, nana y demás mexicanísimas golosinas que nos tienen como una de las más gordas poblaciones del mundo. Incluido yo, por cierto que sigo con mi dieta y mis hambres, más no mis hombres.

De lo cotidiano puedo observar que siendo que ahora ya será un delito eso de la piratería, como que aparecieron más y más puestecitos de venta de esos productos. Tal vez siempre habían sido los mismos pero el caso es que yo los veo más numerosos y quiero entender que tal vez se debe a que ahora tienen que acabar con toda la mercancía antes de que en serio los entamben por estar vendiendo sus discos y películas ya que luego no van a venderlos más. ¿Qué ingenuo verdad? Mientras seamos un honroso país de esos que elegantemente llaman de economías emergentes, antes en desarrollo y más atrás del tercer mundo, pues no queda más que la venta clandestina de lo que se pueda o de lo contrario caer en el secuestro, el delito y esas linduras que permiten a tanta y tanta gente tener una vida acomodada y no tener que sujetarse al salario mínimo que prevalece aún hoy en día en muchísimos negocios, fábricas, changarros y demás aunque las autoridades digan que sólo sirve para tasar las diversas multas que se aplican en diferentes reglamentos y leyes que intentan organizar nuestro destino como país.

Pero hoy sigo sorprendido de cómo el PAN hace alianzas no sólo con su rival más peleonero el PRD, sino que también lo hace con el partido de la Convergencia y todos los antes seguidores del Presidente que se auto denominó como legítimo. ¿Será cierta esa consigna de que cada país tiene el gobierno que merece? Y tristemente me atrevo a reconocer que si, que es cierto. Pero luego me llena de asombro cómo es que los que antes me enviaron miles y miles de correos defendiendo a Felipe Calderón en la tan igual campaña presidencial ahora lo critican con mucha fuerza y bueno, hasta coraje. Me dan ganas de contestarles a esos sus ex seguidores y defensores: "Conste que yo no voté por él" pero ya ni importa. Finalmente es quien nos gobierna y grita que deben morir los monopolios y se destapa como un acérrimo enemigo de ellos y que deberán terminar con ese tipo de negocios que lo único que hacen es evitar el libre mercado. ¿Quién le dictará la tarea al presi ahora? ¿Sigue metiendo sus manotas el FMI? ¿Ahora si ya vamos a emerger de veritas? ¿No existían ya leyes y hasta una secretaría que reglamentaba eso?

Mientras siguen cerrando changarros que al menos ocupaban al dueño, a tu tía y tal vez hasta a algún empleadillo que dotado de una moto iba a ganarse la propina en las entregas, ya que el patrón sólo le da chance de usar la moto y que se gane lo que bien le caiga de los clientes ya que ni Seguro Social, ni impuestos, ni algún tipo de garantía le ofrecería a su chalán. Hoy fue la papelería donde solía hacer mis fotocopias, lo malo es que ya no hay una fotocopiadora cerca y bueno, tampoco podré ver al chavo que la atendía que no tenía tan malos bigotes. Eso si, ni me saludaba, yo creo que por miedo.

Y de nuevo sin luz en la zona y por lo mismo, a subir 9 pisos para llegar aquí. Yo se que lo hacen por nuestro bien, no es que estemos en el tercer mundo, no es que seamos tan atrasados como Haití o Ghana. No, más bien es porque necesitamos ejercitarnos y bajar la panza. Me fastidia porque yo ya había hecho mis 40 minutos de caminata apresurada que en teoría me deben funcionar para mi bienestar y mi afán de adelgazar. Y cuando se va la luz lo hace por horas aquí en mis rumbos de Tlalpan. Y entonces a perder más en nuestra productividad. Los negocitos no pueden trabajar normalmente, los semáforos no nos ayudan a cruzar a los peatones. Yo no puedo ni revisar mi correo y como la batería de la lap top no resulta eterna pues tampoco puedo dedicarme a escribir o a trabajar en mis otros asuntos.

Y vino Gabriel de nuevo desde Finlandia. Mis amigos mexicanos que se han ido tan lejos a vivir como que olvidan que son mexicanos del todo y comienzan a mirarnos con la lupa de su civilidad. Que si se vende mucho artículo pirata. Que si los peatones no esperamos a que el semáforo peatonal indique luz verde para poder avanzar. Que si la basura, que si el metrobus no llega con la frecuencia adecuada y vengan muchas veces hasta el tope los modernos autobuses. Que si debieran existir multas por cruzar en la mitad de la calle o se preguntan desde cuándo los automovilistas han decidido aventarse a los peatones en las esquinas y sitios destinados para caminar. Todo les choca. Y yo muchas veces veo los rostros de esos o esas para decir como en la modernidad política y me excluya de la realidad del lenguaje, y descubro en esos rostros a quienes han visitado en un par de ocasiones otros países, generalmente del norte del nuestro y lo que más les sorprende es "el respeto por los peatones" que en esos momentos es lo que generalmente llegan a ser pues ahí carecen de sus automóviles. En fin, nos dicen en sus crónicas de viaje que allá si se respeta al peatón. Claro que aquí ellos mismos no lo hacen, nos llaman nacos a quienes caminamos, a quienes no llevamos un BMW o similar. No, esos no sólo no respetan al peatón, sino que avientan la basurita por sus ventanillas o hasta vacían el cenicero del auto en la banqueta donde se estacionan pues ya el coche huele horrible. Y yo siempre preguntándome si nunca son ellos peatones. Si en algún momento no deben abandonar el vehículo y hasta caminar. No lo se. Tal vez siempre los recoja un valet parking en sus rutinas diarias, o tal vez les pasa a buscar otro vehículo para llevarlos hasta la puerta principal como pude observar el otro día en Perisur que ya no tienes ni que caminar desde tu coche a la entrada principal.

Inútilmente trato de explicar a mi amigo Gabriel, el que se fue a Finlandia, que el problema está en que la mayoría de los automovilistas aprenden a conducir en condiciones nada formales. Que en realidad nadie o casi nadie conoce el reglamento de tránsito y que yo aún dudo si lo conocerán los agentes de tránsito o al menos el espíritu que en dicho reglamento pudiera existir. Espíritu ecológico, de protección al menos afortunado o "descochado", etc. Le digo que no hace más de dos meses se determinaron las prioridades dentro del tránsito en la ciudad y que el peatón quedó en el primerísimo lugar, seguido de las bicicletas, los vehículos hasta llegar al camión de carga que ostentaría el último lugar. Pero quién sabe de estas zarandajas cuando de mostrar que se es veloz y osado se trata. De agandallar, de avanzar, tranzar y mostrar superioridad.

Y esta es una época llena de comodidades. Vivimos en jauja. A veces pienso lo asqueroso que debió haber sido vivir en la edad media. Al menos que no pertenecieras a la aristocracia, que es lo más probable, vemos en el cine esos palacios, esas pelucas, vestuarios, carruajes y demás. Pero no sabemos cómo vivía el chófer del landau. No sabíamos cómo era la vida de la mujer que tenía que trabajar en el castillo para mantener a 6 ó siete chamacos y que su marido había abandonado en mitad de una orgía de pasión con otra adolescente por conquistar. No sabemos todo eso de que el popular "aguas" se refiere a la época en donde por el balcón se vaciaban las bacinicas con los detritos ya que no existían drenajes, ni sistemas profundos o wáteres como los de hoy. No, eso era le época de los bisabuelos, los tatarabuelos y más atrás. Ahora vivimos en la total comodidad. Hemos progresado gracias a tantos y tantos programas sexenales que he escuchado desde mi más tierna niñez. Pero las cosas no siempre son así. No todos vivimos como en colonias donde los baches y la falta de luz son lo más común. No, aún he visto en este nuestro país. Poblados sin drenaje, poblados sin más oportunidad y desarrollo para las personas que el que sus tres puercos, la docena de gallinas y una que otra milpa que cultivar y que significan todo su capital les puedan proporcionar. Ahí sigue habiendo tierra, olor a fetidez, agujeros para orinar y defecar. Chamacos infectos por compartir la habitación con alimañas de corral, o chiquillos abusados por la proximidad de los genitales paternos que en medio de la ebriedad buscan receptáculos en la habitación y cama donde todos deben descansar. Y sorprende que mientras eso sucede, el gobernador del estado sea el que más dinero gana de todos los gobernadores del país. O que la mujer del mismo haga viajes a Europa para comprender mejor la chamba y responsabilidades de su marido. ¿Y a eso llamamos progreso? Pero claro, la respuesta a todo está en que el problema es de educación. Que si la gente es mal educada, que si nadie lee. Que si la gente es floja y demás. Pero y la educación de quién es responsabilidad? ¿Quién la suministra? ¿Quién garantiza que el proceso en verdad signifique un aprendizaje, un desarrollo? La maestra y sus profesores. Todos, todos reprobados sin ningún pudor.

En fin, este es el México que ahora nos tocó vivir. El México del desarrollo. El mejor país dicen muchos, de latinoamérica, una de las más grandes economías en el orden mundial. El país de los grandes millonarios de Forbes, el de la magia, la creatividad, el ingenio, la trácala, el agandalle, la superioridad racial que nos hace cantar a gritos que aún muriendo lejos de aquí nos vuelvan para descansar entre los brazos de ese gran amor. Y qué bueno que estamos en la aristocracia de nuestra sociedad; ¿verdad? lo único que nos preocupa es que no llega la luz para usar el internet y tendremos que bajar a pie ya que no hay elevador. Esa es tal vez la nueva aristocracia con sus desposeídos del México de hoy.

viernes, 9 de abril de 2010

Vivir o morir

Ya mencionaba anteriormente el cruel destino que tienen los amantes al separarse. Ahora me permito otras reflexiones al respecto del mismo tema y empiezo citando a San Agustín.

[Y no podía vivir sin él… ¡Con qué dolor se entenebreció mi
corazón! Cuanto miraba era muerte para mí… Y cuanto había
comunicado con él, se me volvía sin él crudelísimo suplicio…
Y llegué a odiar todas las cosas, porque no le tenían… Me
había hecho a mi mismo un gran lío y preguntaba a mi alma
por qué estaba triste y me conturbaba tanto y no sabía qué
responderme]

SAN AGUSTÍN, Confesiones, libro IV Cap. 4

Despertar y ver el lecho vacío, ir noche a noche a la cama y no ver llegar a quien sabíamos era nuestra “media naranja”, presenciar el concierto sin poderlo disfrutar con ese o esa amante, ver la película y no podérsela comentar; no poder platicar de ese libro, tampoco repetirle aquél poema ni volver a escuchar aquella canción…

Haber sido un “tu y yo”; haber sido dos en una persona: complemento, historia, búsqueda, cosmos y unidad. Haber hablado un mismo lenguaje, aún sin palabras. Haber sentido sus alegrías y sus tristezas. Haber vivido sus angustias y haber luchado con esa persona para llevarla a sus metas y que éstas se vuelvan las tuyas propias…

¡Así era esa tu relación de amor!

Pero un día deja de ser tu amante. Un día se termina y de nuevo quedas solo. Un día simplemente ya no está. Ya no le esperas, ya no conoces sus rutinas, sus días, tampoco sabes lo que vistió.

Nos dice el Dr. Igor Caruso (1968) en su libro "La separación de los amantes" que llega a ser el máximo dolor. Es la escisión de un todo, de un universo conformado entre tú y tu otro tú; es decir, tu pareja que poco a poco se había convertido en una parte esencial de tu ser, de tu persona y más aún; ¡De tu personalidad! Y no es extraño cuando se habla de la “folie á deux” o locura de dos, ni tampoco lo es el comprender las sensaciones que ambos viven cuando uno está en peligro y distante del ser amado. O hasta la aparición de síntomas durante el embarazo cuando es sólo ella quien gesta.

Es la muerte, nos dice Caruso. La muerte de esa nueva persona que se había conformado entre tú y tu otro tú. Es tan grande el dolor que resulta insoportable para una de las partes y eso lleva al suicidio en muchas ocasiones. Es tan grande el sufrimiento que provoca una pérdida de interés en todo lo que te llevaría a continuar con tu vida. Es tan grave el sentimiento que se llegan a cometer locuras. Es tan doloroso que resulta insoportable y nos puede desquiciar.

Se marchó: tal vez se fue con otra persona, tal vez simplemente ya no volvió; O tal vez llegó al final de su existir. El hecho es que te deja. Te deja en soledad. Sin que te vuelva a ayudar a resolver ese problema doméstico como cambiar los fusibles o dejar planchada tu camisa o tu blusa como sólo esa persona lo sabía hacer, acompañarte en el desayuno o besarle antes de dormir.

De pronto ves a tu alrededor y te habías acostumbrado tanto a su presencia que no volviste a mirar hacia donde tus amigos. No volviste a socializar pues tu mundo era todo esa persona. Y estás solo. No lo esperabas. De pronto tienes todo el tiempo del mundo, tus días se vuelven vacíos, ya no tienes a quien llamar para decir que llegarás tarde por el tráfico; tampoco hay planes conjuntos, ni desafíos. Mucho menos habrán esas noches frente a frente donde no te quedaba más que sentirle cercano a ti.

Y muchos caen en las tinieblas de este panorama. Otros y tal vez no muchos logran emerger. Si los hombres o las mujeres son quienes sufren más o menos esta separación es lo de menor trascendencia. Es el dolor tuyo. El que resulta el único o al menos el más grande para ti.

No es oportunidad o principio de nada, no respetaríamos al dolor si con esa simplicidad lo viéramos. Es eso sí, la comprensión de la pena que se está viviendo. Es que entiendas lo que te está pasando. Es el re descubrimiento del propio ser. Es tal vez un camino hacia el aprender a vivir y a vivirse uno mismo. O quizás volverse a inventar.

No estés solo ante este trance, pide ayuda; ¡Es urgente! No dudes de que lo puedes superar. Antes de sentir que has perdido toda la vida por la separación de ese ser amado establece junto con un experto un camino que te permita volver a ser tú mismo con todo tu valor y plenitud.