jueves, 26 de mayo de 2011

Ni Gatsu en su nueva vida


NI Gatsu en su nueva vida

Luis Brotons

Noviembre o Ni Gatsu, como es dicho en japonés, había pasado ya tres días en la cajita de su captor. Sus largas piernas se entumecían y ya le dolían sus rodillitas. No había conseguido ver los cerezos en flor de los jardines en Japón y no se rendía ante el hecho de no poder salir de aquella opresión. Y aunque el chico que lo había llevado consigo lo alimentaba y le permitía ver de cuando en cuando la luz del sol, no era lo mismo que cuando vivía en libertad. Sus tres semanas de vida habían estado llenas de bellos paisajes con magnolias en flor, el cielo azul y el hermoso jardín donde nació. Esos tres días habían significado para Ni Gatsu algo así como 2 años humanos y le habían hecho padecer una gran tristeza. No viviría más en ese pequeño cilindro de color plata que era su prisión; ¡Esa era su determinación!

Una tarde de jueves, el niño Kiyoshi - en japonés significa tranquilidad- quien lo conservaba como mascota le abrió el cilindro dejando entrar los últimos rayos de sol antes del anochecer. Ni Gatsu vio en eso una oportunidad para pegar el mayor salto que sus piernas le habían permitido en su vida. Fue tan grande que alcanzó el suelo de la habitación del pequeño Kiyoshi y corrió hacia la puerta en cuya base había un espacio lo suficiente grande para permitir su escape a la brevedad.

Kiyoshi corrió tras el grillito, le gritó en un idioma desconocido para Ni Gatsu. Pero anhelaba antes que nada la exigencia de su corazón: recobrar su libertad. Traspasó la puerta del cuarto aquel y un largo pasillo le anunciaba la luz de la libertad al final. Pero el trecho era enorme, algo así como 10 metros y aquél pequeño corría tras él para volverlo a confinar en su bella cajita de metal. Kiyoshi en su afán por alcanzarlo podía lastimarlo si no lo sujetaba con todo el cuidado que el cuerpecito de Ni Gatsu podía soportar. Para fortuna de nuestro grillito, el chico era un poco atrabancado y hacía más espavientos con pocos resultados en su cacería. Unos brincos más y llego –pensaba nuestro grillo- La dicha estaba en la mira. Pero Hiyoshi venía cada vez más cerca, le ordenaba parar al acercar sus torpes manazas al dorso de Ni Gatsu. En esta ocasión logré zafarme –pensó Ni Gatsu- pero me duele una de mis patitas. A ver si voy a poder correr más. Aún lastimado, su voluntad superó al dolor. Siete brincos grandes, tres carrerillas y …

Por fin el sol, el viento, Ni Gatsu estaba de nuevo en libertad. El sol se escondía muy rápido y el pequeño grillo no reconocía nada a su alrededor. Estaba hambriento, comenzaba a hacer algo de frío y nadie a su alrededor quien le supiera informar. Por lo menos no había coches por ahí, ni muchas personas de esas que van caminando con prisas sin poner atención a pequeñas creaturas como él. Lo único que se le ocurrió fue seguir dando grandes saltos para llegar pronto lo más lejos de su captor. Pronto oscureció por completo y Ni Gatsu por fin tuvo que detener su carrera pues en el camino había muchas piedras y no quería lastimarse más. ¿Dónde dormir? ¿Qué comer? Y más aún… ¿Hacia dónde correr?

Ni Gatsu era libre de nuevo y eso era su mayor alegría. Ya amanecería mañana y encontraría respuesta a todo aquello por resolver en su nueva libertad. Ni Gatsu soñó con los cerezos en flor, por fin los alcanzaba pero, para lograrlo tendría que pasar por muchas aventuras, mostrar todo su valor para seguir en su búsqueda y encontrar esos bellos jardines tan añorados por quienes convivían con él en su ya lejano primer hogar.

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