jueves, 2 de junio de 2011

Ni Gatsu sigue su camino

Ni Gatsu sigue su camino

Luis Brotons

Ni Gatsu seguía su camino, llevaba mucha prisa pues los cerezos pronto dejarían de florear y tal vez eso significaría que nunca más tendría oportunidad de verlos en lo que restaba de lo que para él era su larga vida de un año humano.

Iba realmente entusiasmado después de la última batalla con aquél pájaro que lo había tomado por almuerzo. El ingenio de Ni Gatsu había sido definitivo en su triunfo. Pero no sabía aún de los problemas que podía acarrearle el alejarse de su objetivo por un momento de distracción.

En la vida de los grillitos, el estar atento siempre es una condición que les permite sobrevivir en muchas de las dificultades que se presentan a lo largo de su vida. Nuestro grillito era débil ante las tentaciones que podía ofrecerle el paisaje. Ahora se trataba de una paleta dejada en el suelo por algún niño descuidado. ¡Qué color tan hermoso! – pensó Ni Gatsu- Parecería de cristal, voy a tocarla. Mmm... Huele delicioso; es más… ¡Sabe delicioso! Y sin dudarlo, el pequeño grillo comenzó a paladear la paleta. Pero el sol ascendía y el calor calentaba todas las cosas. La paleta comenzó a hacerse suave, pegajosa, casi se deshacía. Ni Gatsu comía con gula y no se percataba que sus patitas poco a poco se enterraban en la viscosidad del caramelo. En un momento vio que cerca del contorno había una pequeña chispa de chocolate, su curiosidad le hizo desplazarse hacia ella pero no pudo avanzar hacia donde él pretendía. Su patita trasera se encontraba atrapada por el caramelo suave que había endurecido con su propia sombra sobre la golosina. ¡Ufff...! se ha puesto dura –se dijo Ni Gatsu- ahora me siento atrapado y cada vez que intento zafarme de la paleta mis otras patitas parecen pegarse también.

Comenzó a perder la paciencia Ni Gatsu, sus esfuerzos por liberarse no estaban dando resultado, no podía permanecer ahí y si no lograba retirar su patita quedaría atrapado por siempre al sobrevenir la tarde y enfriar el caramelo. Algo tenía que pensar y rápido pues también las fuerzas le estaban fallando. Primero que todo, tenía que calmarse, pensar en cómo es que había ocurrido todo y tal vez, sólo tal vez, podría salir bien librado de ésta si no ocurría otro ataque de aves como cuando salió esa mañana.

El sol calentó el pavimento, el caramelo, su cuerpecito, todo. Él había comenzado a comer con fruición y al momento de intentar mover su pierna izquierda había notado que ésta se había pegado al dulce. Si se pegó al proyectar sombra y bajar la temperatura del caramelo, tal vez aplicando calor podría… ¡Claro! Por ahí estaba la solución tenía que encontrar la forma de producir calor y volver más suave el caramelo. ¿Pero cómo?

El tiempo pasaba y a Ni Gatsu no se le ocurría nada realmente efectivo para dar calor al caramelo. Tal vez si con su boquita echaba su aliento. Pero no, el grillito tenía una temperatura muy baja como para soplar con cierto calor a su objetivo. En definitiva, con su cuerpo no podía generar calor, tendría que conseguir algo que le ayudara, pero no había nada a su alrededor. Sólo él y su paleta. Sólo el sol, el viento y… ¡Qué buena idea! De inmediato giró su cuerpo y con su ala detuvo la brisa que soplaba por ahí. El sol bastaría para derretir nuevamente el caramelo con sólo impedir que el viento y su sombra lo enfriara de nuevo. Sí, sí… está funcionando. Brincó y salió de ese pequeño charco que ahora era la paleta derretida sobre el pavimento. Había perdido un poco de piel con el tirón pero pronto se recuperaría y dejaría de doler. Por lo pronto su ingenio le había vuelto a salvar.

Toda esa tarde corrió hacia el bosquecillo de cerezos, sólo recordaba que se encontraba hacia el sitio donde salía el sol y si continuaba por esa ruta tarde o temprano tendría que llegar.

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