jueves, 9 de junio de 2011

¿Llegó?


¿Llegó?
Luis Brotons


Muchos días y dificultades pasaron antes de que Ni Gatsu pudiera llegar al añorado jardín de cerezos. Piedras que trepar, ríos que cruzar ayudado por una hoja amarilla de algún árbol vecino. Tampoco faltaron los animales que veían en nuestro pequeño grillito un bocado apetitoso para el festín de la mañana o la tarde. Pero Ni Gatsu salió siempre airoso de esas dificultades.

Una tarde, ya muy cerca del deseado y soñado sitio, Ni Gatsu volvió sobre sus pasos y por primera vez en todos esos días dudó que realmente hubiera valido la pena tantos esfuerzos y tantos peligros. Tal vez su vida en el patio de los Magnolios hubiera sido la mejor idea de gastar sus días de vida, como lo habían decidido muchos de sus amigos de infancia. Pensó que tal vez ellos hubieran sido felices con el puro aroma de las magnolias en flor, viendo las abejas acercarse a libar las mieles que tal manjar ofrecía. Tal vez, otros habían encontrado en el grupo de grillos un hogar y hasta hijos habían podido criar. No, él no había sido nunca como los demás. Desde los inicios de su vida escuchaba a los mayores narrar historias increíbles fuera del jardín donde nació. Sabía de la existencia de otros paraísos, conocía por oídas de los cerezos en flor y definitivamente sus metas y su vida habían tenido un sentido muy especial. El trabajo había sido arduo – meditó- pero la paleta, el ave y hasta el pequeño niño juguetón habían significado algo muy especial para él: se había podido conocer en todo lo que realmente valía. Había podido darse cuenta de sus verdaderas carencias pero también de sus fortalezas y eran mucho más de lo imaginado por él y por la mayoría de los otros grillos del parque donde nació.

Había reconocido que la inteligencia aplicada con prudencia era una herramienta valiosa para el éxito. Había comprendido a cuidarse, a balancear sus emociones con su vida diaria. Había entendido que a veces luchar sin un fin sólo había ablandado su verdadera fuerza y espíritu. No aceptó jamás eso de limitarse y darse por vencido en su afán. Ni Gatsu era el grillo más fuerte y el héroe entre los suyos dirían todos sus amigos de infancia cuando conocieron sus aventuras.

Ahora estaba a unos cuantos pasos del jardín. Ya podía aspirar el dulce aroma del cerezo en flor. Ya comenzaba a imaginar el momento en que podría comer de sus frutos y saborear lo que sin sus esfuerzos, jamás hubiera podido disfrutar. La miel de los aromas presagiaba el sabor de las cerezas maduras y por lo abundantes, caerían a montones sobre el pasto como un tributo a su esfuerzo, perseverancia y entendimiento. Por fin llegaría a su jardín soñado. Cien metros, quizás hasta menos. La meta estaba a la vista. Sus piernas ya agotadas a veces se resistían a obedecer. Su fuerza ya menguada por la vida misma parecía que se escapaba por entre sus músculos en tensión. Sólo unos pasos y llegaría. Sólo el poder de su voluntad podría ahora ayudarle a vencer estos últimos metros. Cincuenta, treinta, veinte…

Si llegó Ni Gatsu al jardín o no lo hizo en esta historia ya no es tan importante. Lo mejor de Ni Gatsu había floreado en un pequeño espíritu lleno de voluntad. Un ser con decisión, deseoso por conocer y experimentar. Tranquilo, lleno de felicidad es como le dejamos por el momento. Ni Gatsu hasta ahora había encontrado lo mejor de él mismo y unos cuantos metros por recorrer no nos harían conocerle mejor. Te dejo amiguito para que pienses acerca del tesoro que Ni Gatsu ha encontrado hasta ahora. En otra ocasión tal vez lleguemos a averiguar si nuestro pequeño amigo pudo saborear el espectáculo que podían ofrecerle los anhelados cerezos en flor.

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