lunes, 19 de abril de 2010

Vivir o morir 19 de abril, 2010

Los días siempre son más maravillosos cuando una sonrisa te acompaña por las mañanas. Sonrisa que puedes estar dando a la gente que te encuentras al paso: a Don Manolito el farmacéutico, a Don Pedro el del pollo, o Don Juanito el carnicero. También puedes sonreír y saludar a otros como sucede en mi camino. Al bolero, al barrendero, la señora que vende los bordados, los vigilantes de donde vivo. A todos y siempre todos, aunque no se sus nombres me devuelven ese buenos días que me sabe tan sabroso. Y claro que sus sonrisas y amabilidad iluminan aún mis días más turbios y entonces me encomiendo a María y por ahí le encargo que si tiene un ratito, interceda por mis peticiones; ¡Que siempre son las mismas!

Así camino y camino hasta mi siguiente destino. Quien me sonreirá ahora es Rodrigo, mi nieto. Me espera escondido para que yo juegue a encontrarlo. Yo le llamo con silbidos, le bisbiseo para hacerle notar mi presencia. Camino poco a poco hasta su recámara y veo que asoma tras de su cama unos mechones rubios de su linda cabecita. Está muy serio, muy calmo y callado. No quiere que le descubra y yo hace ya varios minutos que vi dónde estaba. Sigo con el juego, le chiflo, le llamo, pregunto por él mientras él goza su ingenio y travesura. Por fin levanta la vista y me mira. Entonces su rostro queda cubierto por su encantadora sonrisa. Sale corriendo y me llama “Abuelo” con su lenguaje aún de trapito. Me pide que lo cargue, me abraza y me dice “amor”. Entonces me pide que le bese, lo hago y comienza el nuevo juego que es el quitarse el beso con la mano. Él me besa, yo me lo quito. Yo le beso, él lo quita y dice “fuchi” y así jugamos un rato más. Nos hacemos travesuras, nos volvemos cómplices para dejar a su mamá y a Alice la niñera para irnos nosotros a trabajar y que ellas vayan al parque ese día. Todo es juego, risas y amor. Mucho amor.

Entonces regreso a casa y comienzo a pensar en lo rico que debo prepararle de comer. Esta ocasión un delicioso filete de pescado en salsa de cítricos. En serio quedó rico. Para perfeccionarlo le añadiré almendras rebanadas la próxima ocasión. Y me encierro mentalmente en mi rutina de trabajo. Lo hago con gusto, lo hago entregando lo mejor de mi talento y empeño. Lo hago porque aún tengo que ser importante con mis cosas. Sentirme útil es uno de los mejores atributos que aún preservo a mi edad.

Todo es tan bello cuando el amor se manifiesta por doquier. Todo es tan simple, tan dulce, tan perfecto que dudo si en serio estaré viviendo el paraíso en el tiempo que me ha tocado vivir. Y no, no quiero ahora morir para encontrar que esto no era el destino. No quiero enterarme que mis faltas me pudieran condenar. No quiero pensar que aún tendría que convertirme en mosca como los amigos indios suelen relatar. No, por lo pronto está muy bello lo que tengo, lo que conozco y lo que aún debo vivir.

Paz para todos mis cuatro lectores y amor, mucho amor en su diario amanecer.

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