viernes, 9 de abril de 2010

Vivir o morir

Ya mencionaba anteriormente el cruel destino que tienen los amantes al separarse. Ahora me permito otras reflexiones al respecto del mismo tema y empiezo citando a San Agustín.

[Y no podía vivir sin él… ¡Con qué dolor se entenebreció mi
corazón! Cuanto miraba era muerte para mí… Y cuanto había
comunicado con él, se me volvía sin él crudelísimo suplicio…
Y llegué a odiar todas las cosas, porque no le tenían… Me
había hecho a mi mismo un gran lío y preguntaba a mi alma
por qué estaba triste y me conturbaba tanto y no sabía qué
responderme]

SAN AGUSTÍN, Confesiones, libro IV Cap. 4

Despertar y ver el lecho vacío, ir noche a noche a la cama y no ver llegar a quien sabíamos era nuestra “media naranja”, presenciar el concierto sin poderlo disfrutar con ese o esa amante, ver la película y no podérsela comentar; no poder platicar de ese libro, tampoco repetirle aquél poema ni volver a escuchar aquella canción…

Haber sido un “tu y yo”; haber sido dos en una persona: complemento, historia, búsqueda, cosmos y unidad. Haber hablado un mismo lenguaje, aún sin palabras. Haber sentido sus alegrías y sus tristezas. Haber vivido sus angustias y haber luchado con esa persona para llevarla a sus metas y que éstas se vuelvan las tuyas propias…

¡Así era esa tu relación de amor!

Pero un día deja de ser tu amante. Un día se termina y de nuevo quedas solo. Un día simplemente ya no está. Ya no le esperas, ya no conoces sus rutinas, sus días, tampoco sabes lo que vistió.

Nos dice el Dr. Igor Caruso (1968) en su libro "La separación de los amantes" que llega a ser el máximo dolor. Es la escisión de un todo, de un universo conformado entre tú y tu otro tú; es decir, tu pareja que poco a poco se había convertido en una parte esencial de tu ser, de tu persona y más aún; ¡De tu personalidad! Y no es extraño cuando se habla de la “folie á deux” o locura de dos, ni tampoco lo es el comprender las sensaciones que ambos viven cuando uno está en peligro y distante del ser amado. O hasta la aparición de síntomas durante el embarazo cuando es sólo ella quien gesta.

Es la muerte, nos dice Caruso. La muerte de esa nueva persona que se había conformado entre tú y tu otro tú. Es tan grande el dolor que resulta insoportable para una de las partes y eso lleva al suicidio en muchas ocasiones. Es tan grande el sufrimiento que provoca una pérdida de interés en todo lo que te llevaría a continuar con tu vida. Es tan grave el sentimiento que se llegan a cometer locuras. Es tan doloroso que resulta insoportable y nos puede desquiciar.

Se marchó: tal vez se fue con otra persona, tal vez simplemente ya no volvió; O tal vez llegó al final de su existir. El hecho es que te deja. Te deja en soledad. Sin que te vuelva a ayudar a resolver ese problema doméstico como cambiar los fusibles o dejar planchada tu camisa o tu blusa como sólo esa persona lo sabía hacer, acompañarte en el desayuno o besarle antes de dormir.

De pronto ves a tu alrededor y te habías acostumbrado tanto a su presencia que no volviste a mirar hacia donde tus amigos. No volviste a socializar pues tu mundo era todo esa persona. Y estás solo. No lo esperabas. De pronto tienes todo el tiempo del mundo, tus días se vuelven vacíos, ya no tienes a quien llamar para decir que llegarás tarde por el tráfico; tampoco hay planes conjuntos, ni desafíos. Mucho menos habrán esas noches frente a frente donde no te quedaba más que sentirle cercano a ti.

Y muchos caen en las tinieblas de este panorama. Otros y tal vez no muchos logran emerger. Si los hombres o las mujeres son quienes sufren más o menos esta separación es lo de menor trascendencia. Es el dolor tuyo. El que resulta el único o al menos el más grande para ti.

No es oportunidad o principio de nada, no respetaríamos al dolor si con esa simplicidad lo viéramos. Es eso sí, la comprensión de la pena que se está viviendo. Es que entiendas lo que te está pasando. Es el re descubrimiento del propio ser. Es tal vez un camino hacia el aprender a vivir y a vivirse uno mismo. O quizás volverse a inventar.

No estés solo ante este trance, pide ayuda; ¡Es urgente! No dudes de que lo puedes superar. Antes de sentir que has perdido toda la vida por la separación de ese ser amado establece junto con un experto un camino que te permita volver a ser tú mismo con todo tu valor y plenitud.

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